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El agente José El agente José Luis Martín Cárdenas con a su improvisado compañero de rescate, Paco Gámez. :: Fernando González | Vídeo: Carlos Bueno
«Si tardamos quince segundos más, mueren ahogados»
MÁLAGA

«Si tardamos quince segundos más, mueren ahogados»

Un mando de la Policía Local y un exjugador de la selección española de balonmano salvan a una pareja a la que arrastraba la corriente en La Caleta

JUAN CANO

Jueves, 22 de agosto 2013, 14:43

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Paco Gámez acababa de llegar a la playa. Había estado una hora corriendo y decidió bajar a darse un baño para refrescarse. Mientras se comía un bocata en la arena con su mujer, vio a un hombre que caminaba por la orilla. Era José Luis Martín Cárdenas, que volvía de hacer una travesía de unos 40 minutos a nado entre los espigones de La Caleta. Cruzaron miradas sin más. No se conocían de nada. Paco (48 años), un atleta con pasado profesional jugó en la selección española de balonmano, trabaja en Bankia; José Luis (38) es intendente de la Policía Local de Málaga, además de deportista. En ese momento poco podían imaginar que esa mañana iban a quedar marcados por una experiencia que, aseguran, nunca olvidarán.

«Me parece que alguien está pidiendo socorro», dijo la mujer de Paco.

Cuando miró hacia el mar, observó que una mujer de 60 años gesticulaba desde el agua, y echó a correr. Esta vez fue él quien pasó junto a José Luis, que jugaba con sus hijos. «Al verlo, pensé que no era el ritmo normal de alguien que estuviese haciendo 'footing' y me incorporé», recuerda el agente. Al mirar hacia el mar, entendió por qué corría de ese modo.

El policía local, que disfrutaba el día festivo (era el día de la Asunción), se lanzó al agua sin pensarlo mientras Paco avanzaba sobre las rocas para llegar hasta la punta del espigón. La superficie estaba «como un plato», pero pronto notó una resaca traicionera que lo arrastraba hacia dentro. «La señora seguía gesticulando», comenta Paco, que veía la escena desde las piedras: «Su marido y otro hombre mayor intentaba llegar a ella, pero no lograban acercarse. Me decía: '¡Sálvala tú, que nosotros no podemos!».

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