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El agua llegó a la altura del tablero del puente de la Azucarera.
Llueve sobre mojado

Llueve sobre mojado

Las actuaciones para reducir el riesgo de inundaciones en Málaga están planificadas desde hace años pero no se acometen por falta de decisión política

Jesús Hinojosa

Martes, 6 de diciembre 2016, 00:48

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Lo del pasado domingo no es nuevo. Algo parecido, aunque con consecuencias más catastróficas, sucedió en el año 1989 y también en 2012. La posición geográfica de Málaga la hace especialmente vulnerable a este tipo de episodios de fuertes precipitaciones que ponen en jaque la capacidad de respuesta de los servicios de emergencia y también de las infraestructuras urbanas. Expertos consultados por este periódico llegaron a calificar de «natural» que estas trombas se produzcan cada diez o quince años. Por ello, las soluciones técnicas para intentar paliar sus efectos están analizadas y previstas desde hace muchos años.

El problema sigue siendo la falta de decisión política para acometerlas. Los proyectos permanecen en los cajones de los despachos oficiales. El domingo fue la festividad de Santa Bárbara, llamativa casualidad de la protagonista de un conocido refrán que describe a la perfección lo que sucede con el problema de la inundabilidad en Málaga: Las administraciones solo se acuerdan de la necesidad de emprender las obras para frenar el riesgo de avenidas cuando estas se producen.

Guadalmedina. Bajar la cota del lecho del río

«Soluciones hay, hace falta dinero y voluntad política para ejecutarlas», reconoció Juan José Soto Mesa, un experto ingeniero que apuntó que, a lo largo de su trayectoria profesional, ha redactado numerosos proyectos para reducir los riesgos de inundación en varias zonas de la capital que todavía no han pasado de los planos a la realidad. Entre las soluciones que tiene estudiadas se encuentra, por ejemplo, bajar la cota del lecho del canal del Guadalmedina a su paso junto al Centro para facilitar el aporte de aguas de los arroyos que conectan con el tramo urbano del cauce. Según aclaró, el nivel de algunos de estos arroyos se encuentra por debajo del río, lo que dificulta el recorrido del agua. «Hay que estudiar los arroyos, los colectores no están en la cota adecuada», señaló Soto Mesa, cuyo equipo resultó ganador del segundo premio en el concurso de ideas para el Guadalmedina celebrado hace cuatro años.

Guadalhorce. Nuevo puente de la azucarera

No obstante, todos los ingenieros expertos consultados coincidieron en apuntar que las principales soluciones a la inundabilidad en Málaga pasan por actuar en la zona del Guadalhorce y en las cuencas de los arroyos con planes de reforestación que harían que el agua bajara de forma más lenta y con menos aportes, entre otras medidas. En el caso del Guadalhorce, la principal actuación pendiente es la renovación del puente de la Azucarera, el de la antigua N-340, que quedó pendiente de ampliarse cuando la extinta Confederación Hidrográfica del Sur (CHS) finalizó la obra del encauzamiento de la desembocadura a principios de la pasada década. El Ministerio de Medio Ambiente llegó a elaborar el proyecto en el año 2002 pero no llegó a ejecutarse y quedó en el limbo administrativo cuando se llevó a cabo el traspaso de competencias en materia hidráulica a la administración regional. El actual puente actúa como una barrera o tapón que resta capacidad de desagüe al encauzamiento y favorece que se inunden los polígonos de la ribera oriental del Guadalhorce.

No obstante, también existen otras medidas a analizar para reducir el riesgo de avenidas en la zona, como la construcción de la presa del río Grande, afluente del Guadalhorce. «Esto serviría para laminar los aportes de agua, pero parece que es pecado hablar de ello», apuntó Francisco Ruiz, ingeniero que durante los últimos 12 años de su vida profesional estuvo al frente de la oficina de infraestructuras del Ayuntamiento.

Ruiz y Soto Mesa coincidieron en que, además de la sustitución del puente de la Azucarera, una de las actuaciones que es preciso acometer para mejorar el funcionamiento del encauzamiento del Guadalhorce es la limpieza y puesta a punto de su canal izquierdo. «Para que el agua discurra bien es mejor hormigonarlo», apuntó Juan José Soto. Por su parte, Francisco Ruiz denunció que se encuentra «atorado por la falta de mantenimiento» y añadió que hay colectores de los polígonos que vierten a cotas por debajo de este canal, lo que facilita las inundaciones. La ampliación de la obra del encauzamiento hacia el norte y el derribo de la estructura del antiguo puente del Cercanías son otras dos de las medidas que se sabe que son precisas para reducir el riesgo de inundación y que, sin embargo, no se han realizado aún.

Suelos inundables. Construcciones en riesgo

Para el catedrático de Ecología de la Universidad de Málaga Xavier Niell, la razón de las situaciones vividas el domingo está también en que «se han hecho construcciones en suelos que son claramente inundables». «Algunas edificaciones y sótanos están por debajo del nivel de los numerosos arroyos de Málaga, y creo que nunca se deberían haber permitido», apuntó este investigador, quien aseguró que existen muchos arroyos subterráneos «que no se sabe muy bien por dónde discurren». «Llevo 35 años en Málaga y siempre oigo lo mismo cuando llegan este tipo de episodios. Siempre nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena», recalcó este catedrático.

Zona oriental. Reforestación de las cuencas

Por su parte, el catedrático de Geografía Física de la UMA José Damián Ruiz Sinoga subrayó que, con el paso de los años, las infraestructuras urbanas le han puesto al agua «barreras» para su escape hacia el mar para las que todavía no se ha adoptado una solución. ¿Por qué las mayores incidencias se registran en la zona oeste de la ciudad y casi siempre en los mismos puntos? Según este experto, porque se trata de una zona muy llana en la que el agua queda retenida en ocasiones por contrapendientes. «Hemos hecho una mala ordenación del territorio, pero se pueden adoptar muchas medidas para que el agua no se quede estancada», opinó Ruiz Sinoga. Entre ellas, citó la reforestación de las cuencas de los arroyos del este de la ciudad, en la que la proximidad de los montes al mar hace que el agua corra mucho más deprisa.

La tromba del domingo también dejó la estampa del canal del Guadalmedina con agua a su paso por el casco urbano. Se trata de las aportaciones de los arroyos, ya que la presa del Limonero no llegó a abrirse. Según los expertos consultados, esto demuestra que podría ser viable técnicamente una hipotética operación de embovedado del cauce. No obstante, la Junta ha rechazado de partida esta opción para la integración del río.

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