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Francisco José Sánchez Heras, en su despacho de la casa central de Cáritas en Málaga, donde es director desde 2011.
Francisco José Sánchez Heras: "La iglesia es la única que siempre da el callo"

Francisco José Sánchez Heras: "La iglesia es la única que siempre da el callo"

Cáritas sigue contando a los que quedan por el camino. Hoy atienden a 30.000 familias, pero hace dos años el pico llegó a 70.000. «Hay que cambiar las cosas», pide su director

Ana Pérez-Bryan

Domingo, 28 de agosto 2016, 00:35

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La buena noticia es que hoy Cáritas atiende sólo a 30.000 familias malagueñas. La mala es que aún hay 30.000 familias, con todos sus rostros, que no saben cómo cumplir con el milagro del fin de mes. Y eso, en unos años en los que la organización dependiente de la Iglesia llegó a atender a más de 70.000, da que pensar. Apenas dos años y medio después de aquel pico dramático, Francisco José Sánchez Heras (Benaoján, 1979) sigue contando a los que quedan por el camino. Ahora lo hace como director de Cáritas Diocesana en Málaga desde 2011, pero su trayectoria al servicio de «los excluidos» incluye también el trabajo en primera línea de barro. Quizás por eso la suya es una voz más que autorizada cuando dice que «hay que darle la vuelta a las cosas» a pesar de que algunos hayan vuelto a la comodidad del brote verde. En esa denuncia siguen él y su legión de 1.500 voluntarios, convertidos en los protagonistas de una multiplicación moderna de panes y peces porque al final sí, al final, «la gente siempre va a la parroquia como último recurso».

¿Por qué?

Porque saben que no vamos a fallar. La gente agota las prestaciones públicas, las ayudas de la familia más extensa, y cuando ve que eso no llega tocan a nuestra puerta. Es la tradición histórica de la Iglesia en el mundo de la caridad: cuando nadie les lavaba el culo a los abuelos ahí estaban las hijas de la Caridad, hace 400 años, que se dice pronto.

¿La Iglesia siempre ayuda?

La Iglesia siempre ayuda donde haya un ser humano que sufra. Con 2.000 años de historia por supuesto habrá equivocaciones: la Iglesia está hecha por humanos con más y menos aciertos, pero la preocupación por el hombre está en el centro de todo. Y me atrevería a decir algo que puede sonar pretencioso pero que es cierto: difícilmente alguna institución, algún organismo, alguna entidad puede demostrar haber hecho más por la humanidad sufriente que la Iglesia. ¿La ONU? ¿Cruz Roja? Tienen un empaque muy grande pero no tienen la presencia ni la historia de la Iglesia. Tampoco hay que irse muy lejos: cuando los enfermos de sida estaban en Málaga tirados en la calle ya estaba Cáritas acogiéndolos. Empezamos por sida y estamos ahora con la integración de los reclusos y exreclusos, que es un tema del que nadie habla. La Iglesia siempre ha estado atenta a las pobrezas que han ido surgiendo, también en el caso de la inmigración.

Con los refugiados han jugado un papel fundamental. Las casas-refugio en Málaga son de Cáritas y en Antequera la acogida ha sido posible gracias a una orden religiosa...

Sí, eso ha sido gracias a la Iglesia y confirma que estamos ahí. Pero a veces nos duele.

Familia, calle y raíces: del barro a llevar la batuta de 155 Cáritas en la provincia

  • En su luminoso pero modesto despacho de la casa central de Cáritas en Málaga encuentran un acomodo privilegiado los grandes pilares que sostienen a Fran, como lo llaman los amigos. Hay tres retratos colgados en la pared uno de monseñor Óscar Romero, patrono de Cáritas Internacional; otro del obispo de Málaga, monseñor Jesús Catalá, que le entregó la batuta de Cáritas en 2011, y el último por su puesto del Papa Francisco.

  • Diplomado en Trabajo Social por la Universidad de Málaga, Fran no se da importancia en lo profesional a pesar de la minuciosa labor que representa organizar y canalizar la ayuda al pobre a través de las 155 Cáritas parroquiales de Málaga y Melilla, aunque su forma de hacer cumple a rajatabla el mandato del Pontífice de ser un «pastor con olor a oveja» (sic). De hecho él siempre pide volver «a la calle», a pesar de que ahora su trinchera está en ese otro lugar donde sin duda la alegría y el color lo aportan un buen puñado de fotos de sus tres hijos, los tres chicos, de 9 y 5 años y 16 meses. Y sus dibujos. Y un enorme lienzo con una foto del día de su boda «uno de los más felices de mi vida» en su pueblo, Benaoján, en el campo, rodeado de los suyos. Serrano en lo más profundo, comparte raíces en lo natal y lo espiritual con Paqui, su mujer, la responsable de que decidiera «darse a los demás de otra manera», cuando la conoció. Porque el director de Cáritas fue seminarista menor durante todo el periodo de la formación básica aunque ahora sigue su camino desde la vida seglar. Vinculado a la institución desde hace 15 años, una parte importante de su trabajo ha tenido como escenario los barrios más desfavorecidos de Málaga.

  • En su despacho echa también raíces, en sentido literal, un enorme poto que le regaló nada más llegar una de las voluntarias de Cáritas y que hoy se ha convertido en una curiosa metáfora del trabajo que se hace entre esas cuatro paredes, ya que cubre todo el perímetro de este despacho mitad confesionario de allí acaba de salir una madre joven con su hija mitad centro de operaciones de esta gigantesca familia suya de más de cinco. También le gusta la música. Sobre todo Manolo García. Con él podría decirse que Nunca el tiempo es perdido, sobre todo a la hora de «darse», una palabra que repite una y otra vez. También hay una Biblia, aunque hay cosas que tienen que ver más con la humanidad que con la religión. O quizás es al contrario.

¿Por qué?

Porque cuando la crisis humanitaria de los refugiados tiene tanto eco y aparece ese niño muerto en la playa (Aylan), a los gobiernos y a los políticos se les llena la boca diciendo que por supuesto se va a hacer algo y se nos pone a todos la sensibilidad a flor de piel; pero luego la realidad es otra: en Málaga, por ejemplo, si no llega a ser por la aportación económica del Ayuntamiento y por la aportación de la Iglesia, que puso a disposición de los que lo necesitaban colegios, capillas, conventos y apartamentos, no se hace nada. A todos se les llena la boca pero es la Iglesia la que ha estado estos dos años al pie del cañón, sin ninguna pretensión, igual que en el resto de las crisis. No se puede criticar que sólo se limita a catequizar y no a la acción social cuando la Iglesia es la única que siempre da el callo.

¿Ha dejado la crisis un nuevo perfil de pobre?

Sí. Han quedado los pobres crónicos, también los vulnerables que han caído en la pobreza y por último mucha gente de clase media que ha quedado por el camino.

¿Y eso es recuperable?

Es recuperable si entre todos arrimamos el hombro. Si tenemos una economía con un trabajo dignificador podrá hacerse, pero hemos vivido pensando en que éramos ricos hasta que ha estallado la burbuja de la vulnerabilidad. Por otra parte las familias han demostrado ser más fuertes de lo que creíamos, y además los servicios sociales han hecho lo que han podido, igual que el tercer sector (las ONG). Nosotros hemos redoblado los esfuerzos, pero también hemos recibido mucha, mucha, mucha solidaridad. Ha sido una pasada.

¿El malagueño es solidario?

Sí, muchísimo. Sin que sirva para echar tierra en la competencia, incluso mucho más que otras diócesis de Andalucía. Te cuento un detalle: cuando fue el tsunami del sudeste asiático nos pusimos manos a la obra y sólo en Málaga Cáritas recaudó un millón y medio de euros en donativos, el doble que en otras. El malagueño es muy solidario, pero hay que decir también que lo hace a impulsos, cuando hay una situación concreta. En cualquier caso, en Cáritas tenemos un colchón de voluntarios que sabemos que no van a fallar y que en caso de problemas se vuelca aún más. Además muchos de ellos no profesan la fe católica.

¿Y cómo administran los bienes que quedan en mnos de Cáritas gracias a las últimas voluntades?

Gracias a Dios hemos crecido mucho en eso: gente que deja parte de sus bienes a los pobres para que los administre Cáritas. Nosotros no somos una inmobiliaria, así que lo que buscamos es convertirlos en recursos para ayudar a los que lo necesitan. Nuestra prioridad es que a los pobres se les atienda dignamente, porque a todos nos gusta ir a Mercadona. Parte de la dignificación viene no porque yo te ayude, sino porque te dé las herramientas para llevar una vida normalizada. Que en vez de darte el paquete te dé el dinero, por eso las Cáritas son tan valoradas. También está el reparto directo de alimentos para los casos en los que puede haber problemas con la administración del dinero. Mientras normalicemos dignificamos a la persona, y eso necesita tiempo y pedagogía. Sin embargo eso no siempre está bien visto, porque la sociedad exige que a la gente se les dé cosas, y además rápidamente.

Pero el profesional de la ayuda existe...

Pues claro. Y nosotros tenemos la culpa de haberlo creado. La activación de la persona tiene que tener un motivo: yo no me activo si en mi casa lo que he visto es a mi padre viviendo del paro durante años. En ese caso me preocupo por ir al trabajador social antes que por mi educación, por el ejemplo que he tenido. Si en Cáritas defendemos la necesidad de poner a las personas vulnerables en el centro de todo, también recordamos el deber de garantizar que eso se haga bien. Yo tengo el derecho a una prestación pública, por supuesto, pero el deber de no hacer trampas. Eso lo único que hace es estigmatizarlos a todos, y nuestra sociedad margina al que es más pobre y menos espabilado; el que se las sabe aviar se busca la vida.

¿Se ven venir?

Sí, al profesional se le ve venir.

¿Y se le ayuda?

No. Se le ayuda al decirle que está haciendo trampa y que le está quitando el pan a otro que lo necesita. Los pobres no son pobres porque quieren, ni se montan en una patera porque estén aburridos, ni nadie va a Cáritas por sistema si no tiene una necesidad.

¿El perfil del pobre sigue siendo el de una mujer joven con hijos?

Sí, y eso es dramático. La pobreza tiene rostro de mujer y tiene un rostro joven. También está el fenómeno de los trabajadores pobres, los que teniendo trabajo no llegan. Fundamentalmente el modo de Cáritas está en acompañar a las personas en su dificultad, no es sólo una ayuda material. Por ejemplo la soledad de los mayores no se palía con dinero, sino con acompañamiento. Vivimos en una cultura del descarte donde las personas y su dignidad no son el centro. Y eso es sagrado. Yo por ejemplo entendí realmente lo que representa la dignidad de la persona cuando fui padre. Todos queremos para nuestros hijos la vida más hermosa y feliz, por eso cuando te encuentras con alguien que por ejemplo está enganchado a la droga y su vida es un desastre hay que recordar que tiene unos padres que soñaron esa vida hermosa para él.

¿Y cuál es la radiografía real de Cáritas en este panorama en el que ya se habla de brotes verdes?

Nosotros analizamos la realidad desde tres puntos de vista. En primer lugar es cierto que no se incorpora gente nueva al ritmo que se hacía en los últimos años, cuando sumábamos una media de un 10 o un 15% más de personas que acudían a Cáritas por primera vez. En segundo lugar, la gente que se ha ido incorporando con anterioridad tiene muchos problemas para salir adelante y son más vulnerables. Y en tercer lugar vemos que es necesario crear otro modelo de sociedad en el que se ayude a los pobres a seguir adelante.

¿Cuál ha sido el momento más crítico de los últimos años?

Quizás hace dos: Veíamos que la gente no salía adelante por la falta de empleo. Cuando uno no encuentra trabajo y se enfrenta a esa situación se añaden otros problemas: la pérdida de esperanza, las tensiones e incluso las rupturas familiares o las adicciones para evadirse... de esos ha habido muchos casos. Y romper ese círculo no sólo necesita de medios materiales, sino también de educación.

Hablemos de otro tipo de exclusión. En Málaga hay unas cien personas al día que duermen en la calle. ¿Qué se hace con ellos?

Las personas sin hogar son la máxima expresión de la marginación en las sociedades urbanas. Cuando alguien lleva muchos años en la calle la sociedad lo estigmatiza porque piensa que algo habrá hecho para llegar a esa situación, pero los pobres no son pobres porque quieren. Son las circunstancias de la vida los que lo han llevado hasta ahí, y algunos inclusos sin esas circunstancias, simplemente por el lugar en el que han nacido. En los casos de las personas sin hogar, además, hablamos de una triple ruptura: por una parte la pérdida de empleo, el otro es la pérdida de las relaciones humanas y por último la pérdida del sentido vital. Si se pierde pie en las tres mal vamos.

Se tiene la visión de que algunos no se dejan ayudar...

Hay mucha gente en la calle recuperable, el problema es que muchos de ellos desarrollan una enfermedad mental. Si a eso le sumas una adicción ya es una bomba de relojería. A algunos les da seguridad la calle y no les puedes decir Tú te vas a meter en Pozos Dulces. Para eso tenemos el proyecto Calor y Café de Cáritas, que inauguraremos antes de que termine el año jubilar de la misericordia (20 de noviembre) y para el que seguimos necesitando ayuda económica. Es fundamental sacar eso adelante, porque en lo más hondo de su vida, esas vidas rotas darían lo que fuera por un beso de su madre. Vivimos en un mundo en el que todo esto se considera una sensiblería, pero en Cáritas se da todo ese amor de la Iglesia de una forma organizada.

Pero se habla de dos Iglesias: la de la calle y la de los púlpitos...

Sí, pero ésa es una disociación muchas veces interesada. La gente identifica Cáritas como Iglesia cuando interesa: está muy bien vista cuando da cosas, pero no tanto cuando dice que todos tenemos que poner las condiciones para una sociedad más justa. No somos un grupo de cristianos progres ni una ONG, sino una dimensión de la evangelización de la Iglesia.

¿Se sienten respaldados por la sociedad y las instituciones?

Sí, pero nos gustaría tener mayor incidencia en la necesidad de cambiar la mentalidad de la sociedad.

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